Señor, te diré sólo dos palabras.
Quiero que sean sinceras y sencillas.
En el silencio de la soledad te digo en primer lugar
desde lo más profundo de mi corazón: ¡Gracias!
Gracias, Señor, por todo lo que me has concedido porque
te lo he pedido,
Por todo lo que me has dado sin habértelo rogado,
Por todo lo que me has otorgado sin haberlo merecido.
Gracias por la salud, por el bienestar,
Por las alegrías y las satisfacciones.
Gracias también por la enfermedad,
Por las penas y los sufrimientos.
Aunque me cuesta trabajo, Señor,
te agradezco esto último.
¡Tú sabes lo que hiciste!
Gracias por el rayo de esperanza
que me iluminó,
Por aquella mano que me levantó,
por ese consejo que me guio,
por aquellas palabras que me alentaron,
Por esa sonrisa que me alegró,
Por aquellos brazos que me recibieron.
Pero sobre todo, te doy gracias, Señor,
Por la fe que tengo en ti.
En este tiempo, un tanto confuso,
-aunque lleno de esperanzas- es a veces difícil creer.
Te confieso sinceramente;
no siempre he sabido cómo actuar, qué hacer, a dónde
ir.
Sin embargo, sigo teniendo fe en Ti.
Te doy gracias, porque en las tinieblas me has
iluminado,
Porque en las caídas me has levantado, porque has
perdonado mis pecados.
Te doy gracias, Señor, por todo aquello
que ignoro y de lo cual debo darte gracias.
Twittear
No hay comentarios.:
Publicar un comentario